99 Cuyes y Un Premio Descompuesto (Crítica Literaria)

El peruano Gustavo Rodríguez busca mostrar sin éxito en su novela Cien Cuyes la profundidad de temas como el aborto asistido, la soledad en la tercera edad y el deterioro físico en una obra que se quedó corta y plana de estos males.

CRÍTICA LITERARIA

Lynnette Andújar

8/15/20242 min read

99 cuyes y un premio descompuesto

Temas serios en argumentos blandos son el resultado agrio del ganador del premio Alfaguara 2023, Cien Cuyes. Rodríguez, a pesar de su larga trayectoria como escritor de novelas de ficción, cuentos y libros infantiles, no había alcanzado la gloria literaria hasta el dudoso reconocimiento de este prestigioso premio —el cual en los últimos años se ha ganado la fama de criterios flojos y malas selecciones—. Esta novela de Gustavo Rodríguez (Lima, 1968) emula, con tenues sombras, a las viejitas asesinas” de la ya clásica y divertidísima película de Frank Capra, Arsenic and Old Lace (1944). En la personificación de Eufrasia Vela, una cuidadora de ancianos en Lima, se presentan las circunstancias —un tanto inverosímiles— que la llevan a asistir tanto en el suicidio de la anciana solitaria y enferma a la que cuida, como también en el del nostálgico vecino Jack Harrison —el único personaje desarrollado y completo de la obra—, a quien ayuda en la encomiable tarea de ponerle punto final al dolor.

Entre el premio y los temas escogidos por el autor, como la vejez, la soledad, la frustración de nuestra tercera edad ante la avalancha de avances tecnológicos que los dejan fuera de muchas oportunidades, la muerte asistida, la ética y el sacrificio del trabajo por parte de Eufrasia, la oferta de adentrarse en estas 264 páginas resulta atractiva. La obra comienza con Eufrasia Vela en movimiento hacia su trabajo como cuidadora, mostrando en el transporte público ese Perú de la masa, llevándola hasta Miraflores, un área un poco más pudiente. Hasta ahí la excursión podría parecer satisfactoria, si no hubiera sido tan larga. Rodríguez, de ahí en adelante, toca los importantes temas sociales ya mencionados, utilizando recursos de comedia, ficción poco creíble y personajes con diálogos banales, en lo que ni al final de la obra se logra definir una línea concreta de narración. Vamos, un vivo ejemplo de cómo dicen en mi pueblo: al que asa muchos pollos a la vez, se le quema uno”; en este caso, más de uno.

A pesar de que los temas son tan vigentes y comunes, no se logra conectar con el lector debido a una narración alejada de la profundidad sentimental de estos males, así como a las acciones planas y predecibles de los personajes a lo largo de toda la obra. Lo más decepcionante de Cien Cuyes es cómo el personaje principal, Eufrasia, no tiene una actitud concreta ni heroicidad respecto al tema de la eutanasia. La obra se acaba y te deja con la duda existencial de si los asistió por dinero, convicción, empatía o humanidad. Y no hablemos del celebrado lenguaje coloquial utilizado a lo largo de toda la obra, que más que darle un toque bohemio, es solo un maquillaje a la falta de carácter e ingenio para tratar la historia y las situaciones reflexivas de la novela. Sin duda, la obra es una brillante idea con una pobre ejecución. Humor y coloquialismo forzado que, más que hacer más atractiva la lectura, la vuelve más pesada que el sufrimiento de Jack Harrison.

Dos enseñanzas importantes de esta obra son: (1) a pesar de tener buenos temas que abordar en una obra, sin profundidad en los personajes y un motor claro de evolución en ellos, la obra se queda vacía; y (2) no dar por sentado que los jueces de los premios Alfaguara se leyeron bien las obras antes de escoger o que tienen una tabla de criterios realista.