La “celebración” de las tragedias sin espacios propios
ARTÍCULOS
Lynnette Andújar
3/8/20252 min read


Primera semana de marzo, sí, la supuesta semana de la mujer: recibí una invitación para “celebrar” el día de la mujer, y no pasaron demasiadas horas cuando me enteré que una mujer muy allegada estaba sufriendo acoso verbal constante por un desconocido mientras paseaba a su perro. Se cuenta sola la mezcla de sinsabor que me produce que llamen "celebración" al acontecimiento de 1911, donde 129 trabajadoras murieron calcinadas en una fábrica textil de Nueva York, mientras eran privadas de sus derechos, o a las duras luchas de igualdad para oídos sordos que empezaron desde 1857. Ese mismo día me topé con un ensayo sobre Un cuarto propio de Virginia Woolf y pensé: ¿Cómo escribir desde el cuarto propio sin recordar que ese espacio nos fue negado por siglos? ¿Cómo hacerlo si todavía se nos censura, se nos persigue y se nos asesina? ¿Qué es lo que hay que celebrar?
Las mujeres en la literatura nos hemos tenido que abrir camino a puño y letra a lo largo de la historia. Desde Sor Juana Inés de la Cruz, que defendió su derecho a leer y escribir en un mundo que la condenaba al silencio, hasta autoras contemporáneas como la recién Nobel de Literatura Han Kang, exponiendo temas como la violencia ejercida sobre el cuerpo de una mujer; Gabriela Wiener, mostrando las heridas dejadas por la migración y el colonialismo; o Annie Ernaux, con temas como el derecho al aborto seguro. Un cuarto propio es también una trinchera.
La literatura ha sido, y sigue siendo, un territorio de resistencia. Escribir sobre la desigualdad, la violencia y la injusticia no es un acto neutro. Es una forma de desafiar el relato hegemónico que minimiza nuestras luchas. No podemos permitir que la escritura femenina se encierre en la torre de marfil de lo meramente estético. Escribir con libertad significa escribir con conciencia. Hoy, las mujeres tenemos más espacios de expresión que en tiempos de Woolf, pero seguimos luchando por ser leídas, por ser tomadas en serio, por ocupar mesas de debate donde aún predominan voces masculinas. Un cuarto propio no nos garantiza una voz propia si seguimos siendo interrumpidas, subestimadas o borradas de la historia.
Yo me juro en marzo, en septiembre, en diciembre y todos los días que este teclado aguante mis letras y, de alguna forma, salgan a la luz, que mi literatura tiene muy poco que celebrar en la “semana de la mujer” y que, desde la escritura del género que sea, me tomo una pausa para evitar que el olvido gane otra batalla. Porque narrar es resistir y escribir es hacer memoria.
Virginia Woolf nos enseñó que una mujer necesita un cuarto propio y dinero para escribir. Con ello, no solo hablaba de independencia económica, sino también de un espacio simbólico donde la voz femenina pudiera emerger sin trabas. Sin embargo, tener un cuarto propio no es suficiente si la puerta sigue cerrada para muchas. Si la historia insiste en olvidarnos. Si cada 8 de marzo nos dan flores en lugar de justicia.
¡Nos vemos en la calle! Eso es lo nos toca hoy, 8M. Nos queda mucho camino.
¡Hasta la próxima!